Lucio Rodríguez García, nacido en Boadilla de Rioseco, un pequeño pueblo de la provincia de Palencia, a sus casi 75 años, está jubilado aunque aún despliega una gran actividad física.
Desde bien pequeño ayudaba a su padre en las labores del campo, hasta que cogió las riendas de la labranza familiar. Aun habiendo superado la mecanización del campo, que produjo la mayor despoblación de los pequeños pueblos vivida nunca, a finales de los 70 decidió trasladar su domicilio a Palencia capital y aceptar un trabajo en una fábrica de automóviles.
Durante los años en los que trabajó en aquella fábrica, no dejo de lado sus actividades agrícolas que compatibilizada aprovechando fines de semana, “vacaciones”, etc.
Una de sus mayores ilusiones y dedicaciones siempre fue su viña, “el majuelo”. Tenía una extensión próxima a una hectárea en la que todas las labores se hacían manualmente: poda, recogida de sarmientos, cultivo, aplicación de sulfatos, recolecta, etc. Largas jornadas de trabajo, que con ayuda de sus hijos y familiares conseguían que cada tarea estuviera hecha perfecta y a su debido tiempo, para la producción de vino, destinado al consumo familiar y venta.
Según Lucio: “Para mantener la viña bien cuidada, hay que poner sobre todo ilusión. La ilusión hace que el trabajo pese menos y resulte más llevadero y que el resultado te sepa a Gloria. Uno de los secretos es hacer las labores cuando toca, ni antes ni después y no dejar pasar una estación sin cumplir con la labor correspondiente”.
SU RELACIÓN CON MATABI
Matabi entró en casa de Lucio a finales de los años 60, ¡sería uno de los primeros que hubo en el pueblo! Era un pulverizador tipo hidroneta y de los primeros que Goizper fabricaba en sus comienzos en el mundo de la agricultura.
Lucio recuerda perfectamente como lo adquirió: “Lo había visto en Comercial Pinacho, un pequeño comercio tradicional y no me decidí a comprarlo, pues entonces suponía una pequeña inversión. Al final, cambié de idea y como los viajes entonces no eran tan frecuentes, le encargué que me lo comprara a un vecino del pueblo”.
Lucio asegura que lo ha usado muchísimo, cada año para sulfatar el majuelo con los productos que eran necesarios. Tenía unas tres mil cepas y había que ir una por una, así durante cuarenta años. También lo ha utilizado para sulfatar las patatas, guisantes, árboles frutales, etc. Incluso en labores de albañilería, “por no hablar de la cantidad de veces que me lo han pedido prestado”.
“Como anécdota, le puedo contar que, un año de sequía, que habría echado azufre en polvo a las cepas, y ante la falta de lluvia y la proximidad de la vendimia, tuve que utilizar el Matabi para des- sulfatar. Había que limpiar las uvas de tanto azufre como tenían para poder recogerlas y no se nos ocurrió otro sistema, quizás porque entonces no lo había.”
Desde Matabi queremos agradecer al Sr. Lucio su fidelidad a la marca Matabi y colaboración prestada para la entrevista. Ha sido un placer conversar con él y su hijo Alfonso. ¡Que nuestra relación siga por muchos años!